RODOLFO YBARRA

BLOG DE

jueves, 21 de julio de 2022

PREMIO Y RECONOCIMIENTO A MI PERSONA EN EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA

 Muchas gracias al Congreso de la República, y, en especial, a los congresistas María Elizabeth Taipe y Alfredo Pariona Sinche por este reconocimiento, medalla y diploma a mi trabajo literario. Son casi 40 años de escritor a destajo e ininterrumpido con más de una veintena de libros publicados, con textos en más de una centena de antologías afuera y dentro del país; varios premios literarios, finalista repetidas veces en las Bienales de Poesía “Premio Copé” y segundo puesto en el Premio de Poesía del Instituto Peruano-Japonés “José Watanabe”. También he ganado el Premio Nacional de Poesía 500 VL organizado por la Municipalidad de Lima con el libro Carne Humana y recibido los “Laureles Culturales” por parte de los Viernes Literarios (2019) y el premio y “Reconocimiento al Intelecto Creador” en Lambayeque y la Región Norte (2019). Asimismo, he recibido diploma de honor y medalla por parte de la Agencia de Prensa Internacional APREINT, con sede en Barcelona, por mi "destacada labor literaria y aporte cultural al mundo” (2019).

Este reconocimiento del Congreso por mi "contribución al desarrollo del arte, la cultura y conocimiento en nuestro país", lo recibo a nombre de todos los escritores y artistas de a pie y a nombre y memoria de todos los que partieron con la peste del Covid-19. Jallalla Perú!! Kausachun Perú!!





EN EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA

 





En el Congreso de la República, auditorio "Faustino Sánchez Carrión", para un reconocimiento y premiación a mi persona y otros escritores y artistas. Avanti popolo!


jueves, 22 de abril de 2021

LA HIPOCRESÍA DEL SEÑOR VARGAS LLOSA, ENVÍO DE RAFAEL INOCENTE



Alguien mencionó alguna vez que Arequipa había producido lo peor y lo mejor del Perú. Mencionaba ese alguien a Vladimiro Montesinos, Abimael Guzmán, Héctor Cornejo Chávez, Hernando de Soto y Mario Vargas Llosa, como ejemplos palmarios de su afirmación extremista. En 1996 Montesinos ya se había hecho del poder en complicidad con los militares y Kenya Fujimori. Abimael Guzmán, encerrado en las mazmorras de la Base Naval, se descamaba lentamente, y don Mario, huido a Europa, publicaba a sus 59 años -la misma edad que tenía Arguedas cuando se disparó un tiro en la Agraria- el libro que yo devoraba vorazmente. Una legislación antiterrorista, violatoria de todas las garantías del debido proceso, permanecía incólume, mientras los jueces sin rostro encerraban a miles de inocentes a través de una maquinaria atroz que concedía facultades extraordinarias a la policía en la fase de investigación y se juzgaba a civiles en cortes militares, con la más absoluta impunidad. Más de veinte mil peruanos de a pie, culpables e inocentes, sufrían cruel carcelería y sus derechos básicos eran vulnerados hasta la náusea por las condiciones de las mazmorras fujimontesinistas.  

En este contexto leí ese híbrido llamado La Utopía Arcaica. ¿A qué se refiere el título del libro? ¿En qué consiste una utopía arcaica? Elaborada mediante el cruce de tres temas capitales -la vida de José María Arguedas, el análisis de su obra literaria y la historia del indigenismo peruano-, el libro es un alegato sobre la vida y obra de José María Arguedas, partiendo de la premisa de que literatura y biografía son partes indisociables de un todo. A lo largo de sus páginas se respira un ambiente de degradación, bronca y encono. Según Vargas Llosa en la obra literaria de Arguedas existiría un anhelo de reivindicación prehispánica, proyecto irreal, que consistiría en el restablecimiento de un Perú antiguo, arcaico, colectivista, tradicional, rural y mágico-religioso. El gran tema es el mundo andino, que por sus características geográficas y culturales representaría una forma más profunda y auténtica de humanidad que los desiertos y valles costeros. El Perú aparece como una sociedad fragmentada, enfrentada, injusta, pícara pero sumisa, un rompecabezas mal hecho y estropeado. Ahora como en aquél 1996 me cuesta mucho comprender cómo una sociedad así, pueda seguir sobreviviendo. Quizá la violencia interna que vivimos en los últimos años sea un indicador de que tales contraposiciones sociales y culturales desembocan en graves conflictos, cuando no en sangrientas guerras fratricidas. Así, según Vargas Llosa, en la obra de Arguedas se vería expresada una fantasía histórica, según la cual el pueblo indígena creó en los Andes una civilización moralmente superior a la que trajeron los europeos y que sobreviviría en los indígenas de hoy. Siguiendo su razonamiento, la obra de Arguedas sería parte de una tendencia reaccionaria dentro de la corriente indigenista, con contenido notoriamente racista, parte de una «superchería audaz» del autor de inventarse una sierra y un Perú a la medida de sus fantasías.

Esto es, letras más, letras menos, lo que nos plantea Vargas Llosa frente al desgarrador panorama peruano. En el epílogo de su novela póstuma El Zorro de arriba y el Zorro de abajo, Arguedas inserta un texto titulado «No soy un aculturado». Aquí expone su ideal de un Perú moderno y multicultural con matriz andina, muy lejos de una utopía indigenista reaccionaria como la ha presentado Vargas Llosa, premio Rockfeller 1988. En el planteamiento de Arguedas se hace presente la tensión entre el ideal de la modernidad por un lado, y el ideal de la diversidad cultural, por otro. Al leer las obras de Arguedas, sus artículos periodísticos, sus ensayos y cartas, vemos que lo que plantea el andahuaylino es una síntesis entre ambos proyectos opuestos. Para Vargas Llosa, por el contrario, modernizarse es abolir lo mágico y renunciar a las creencias y costumbres tradicionales. El camino a la modernidad, según las fanáticas posiciones ultraderechistas del arequipeño admirador de Margaret Tatcher, llegará a través del libre mercado, las elecciones libres y la alternancia de poderes.

Por eso no me ha asombrado la tosquedad ideológica del discurso Nobel de Mario Vargas Llosa ni el hipócrita besito en la mejilla a un Alan García que antes despreciaba, al mejor estilo de la Camorra napolitana. Su grosero llamado a la defensa de la democracia liberal, el pluralismo político, la tolerancia, los derechos humanos, las elecciones libres y toda esa monserga liberal que le ha convertido en portavoz de los malcriados del mundo. Para don Mario el asunto es de una claridad meridiana: modernidad o atraso, libre mercado o estado. Lo que olvida convenientemente el novelista arequipeño es que tal dicotomía en épocas de globoidiotización es falaz: el mercado compra estados, los corrompe, los coopta, los prostituye. El estado, una figura tradicionalmente irrelevante en las sociedades sudamericanas, ha sido absolutamente incapaz de cumplir con su principal función contemporánea, a saber, dotar de bienestar a los grupos desposeídos, pero sí ha servido para monopolizar el uso de la violencia y cobrar los impuestos. El mercado en un modelo económico excluyente e injusto como el que defiende Vargas con sus veinte uñas usurpa las funciones del estado para beneficio de las multinacionales, aquellas que portarían los estandartes del progreso y la modernidad, mitos caros de Varguitas, tan mortales como el nacionalismo que dice detestar con fervor anarquista. Una tremenda ficción ha traficado Vargas Llosa en su discurso, ¡qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene identidad porque las tiene todas!, en medio de la algarabía de una Lima tan colonial como hace cuatrocientos años. Aclamado por la intelectualidad criollo-parasitaria y por el populacho feroz, aplaudido a rabiar por esa partida de huevones que son sus herederos literarios nativos, la palabra de don Mario es ley. Osar contradecir las ideas que ha soltado desde su particular Olimpo sueco, significa ganarse la condena a muerte en este mezquino y argollero mundo literario. Pero como lo que menos me interesa es convertirme en un escritor profesional -aquél tipo que diariamente se sienta frente a su escritorio y escribe novelas como quien va a la oficina- cojo la flor lanzada por don Mario y se lo espeto: no sea usted tan memo, señordón, menos aún cite a Borges para refrendar la falacia que pretende comerciar bajo el manto de un pretendido pluralismo. Ni en Argentina, un país cuyas tres cuartas partes de habitantes descienden directamente del hambre de Europa (o de los barcos como prefería decirlo Borges con filosa ironía), permitirían esa infeliz provocación al más majadero de sus escritores. Pretender que el Perú -un país fragmentado en donde domina una élite corrupta descendiente de encomenderos, un país cuyo componente poblacional indígena es tan sólo comparable al de Guatemala o Bolivia- no tiene identidad porque las tiene todas, es como querer tapar el sol con un dedo y negarse a ver lo evidente: tras quinientos años de invasión europea, evangelización, masacres y leyes ilegítimas, la sangre y la cultura indígenas están todavía vivas y resisten activamente a ruines, ladrones, asesinos y escritores profesionales. Pretender que en estas tierras en donde germinó y se desarrolló uno de los grandes focos culturales de la humanidad entera, merced a un solo tronco étnico, no hay identidad porque hay muchas, es como soltar la especie de que en Egipto no hay identidad porque un grupúsculo de alemanes e ingleses se asentó en tierras del Nilo. ¿O es que acaso nos tragamos el sapo de que por un puñadito de italianos, chinos o negros que los poderosos importaron para labores subalternas, tenemos la identidad de aquellos pueblos? La matriz cultural del país, la que nos otorga potencia y flexibilidad, aquí en la China o en la Cochinchina es la Andina, sin caer en chauvinismos ni en localismos excluyentes.

Como si esto fuera poco, don Mario se ha atrevido a arrogarse para sí y para los de su etnoclase el papel emancipador del indígena. Enorgullecido del arrojo de los tatarabuelos peninsulares que vinieron a invadir, violar y robar a estas tierras, ha tenido el descaro de eximir de su responsabilidad histórica a la Metrópoli en el saqueo y expoliación de las riquezas de Abya-Yala, las que sirvieron para edificar la prosperidad europea. Pareciera que el exilio, que más bien debería ser una prueba de fuego de toda identidad, a Vargas Llosa sólo le ha exacerbado el apego endogámico al clan materno. Si nos atenemos a quienes si han sufrido un verdadero exilio, éste no da, en rigor, ninguna identidad. Por el contrario, supone un desafío. Pone a prueba la identidad que uno trae. La cháchara de Vargas Llosa, los lugares comunes que ha repetido en su imprudente discurso, el insulto callejonero a pueblos sudamericanos (Cuba, Venezuela y Bolivia) que han elegido un camino diferente al de su utopía fanática, la obcecada defensa del imperio y la democracia liberal, ese «buen camino» que imponen los Bush y los bildelbergers a sangre y fuego, resulta a estas alturas intragable y pintan al novelista bipolar, peruano por accidente geográfico como se reputó él mismo, arruinado moralmente desde antes de la eyección del Informe Uchuraccay: sus ficciones son supuestamente libertarias, pero en la realidad patrocina un sistema económico basado en la injusticia y el robo. Si alguna vez Mario Vargas Llosa intentó explicar su itinerario ideológico-político como un tránsito de Sartre a Camus, hoy tamaña impertinencia cae por sí sola. Como afirma Miguel Gutiérrez, en un espectacular salto hacia atrás Mario Vargas Llosa ha caído en el lugar exacto dejado por Riva Agûero. Sí: la derecha peruana cuenta con MVLl con un Riva Agûero redivivo. Y por eso hay que combatirlo. 

*Rafael Inocente. Lima, 1969. Escritor peruano, autor de La Ciudad de los Culpables y Discursos contra la Bestia Tricéfala

martes, 9 de marzo de 2021

"REVOLUCIÓN CALIENTE DE RODOLFO YBARRA". POR MIGUEL ILDEFONSO





Casi 600 páginas de dinamita literaria conforman esta Revolución caliente (Arteidea, diciembre 2020), novela que acaba de publicar el poeta, ensayista y narrador Rodolfo Ybarra (Lima, 1969), conspicuo miembro de la denominada Generación del 90, que en la fragua de esos años se le llamaba la “Generación X”. En sus candentes páginas se mezclan la ficción y la realidad, para dar una visión poliédrica de los convulsionados años 80s y 90s, irradiando su destello _ en medio de discursos históricos, cronísticos y periodísticos _ hacia toda la historia del Perú, enfocándose en la construcción del poder, la explotación y la infamia.

En ese estado liminal de fin de milenio, unos jóvenes punks, anarcos, limeños y subterráneos, conforman un grupo llamado La Alcantarilla, que a su vez se alinean a un movimiento mayor (en la línea de Mijaíl Bakunin y González Prada) denominado Partido Anarquista Peruano que es liderado por un misterioso personaje al que llaman Anarquímedes. Resinoso, Monick, Sergio, Harter Jarjacha, Escar, Aníbal El Poeta, El Químico y BB La Caballo, van a asumir _ abasteciéndose de drogas y rock _ la revolución urbana en una ciudad y un país ya en guerra, la declarada por los Rojos y los Negros.

A la vez que se narra la historia de los de La Alcantarilla, vemos también otro nivel de relato paralelo, simbólico, surrealista o hiperrealista, que es el que cuenta la plaga de las ratas. Es interesante la metáfora que acusa un país en corrupción y, sobre todo, su política de degradación, irracionalidad y asco. El narrador alterna estas historias con momentos eróticos de los protagonistas, Resinoso y Monick, con reflexiones sobre las ideologías, sobre filosofía, sobre casi todos los temas. Todo ello le da un carácter de novela-ensayo-documento-manifiesto y más.

Aparentemente estamos en una historia carnavalesca, pero esto no se da como estrategia literaria para parodiar, sino más bien es la realidad misma, es la realidad peruana retratada, explicada y fundamentada aquí en sus múltiples dimensiones sociales, encarnadas, por supuesto, en esas caricaturas de líderes políticos, resultando, finalmente, un gigantesco retablo de lo grotesco.

¿Está siempre el Perú empujado hacia la revolución? ¿Y la revolución siempre estará condenada al fracaso? Son dos de las muchas preguntas que uno se hace en la lectura de Revolución caliente


https://miguelildefonso.blogspot.com/2021/03/revolucion-caliente-de-rodolfo-ybarra.html

viernes, 22 de enero de 2021

NOVELA TOTAL "REVOLUCIÓN CALIENTE" EN LA REPÚBLICA



Muchas gracias al diario La República y al poeta y periodista Pedro Escribano por esta nota a mi novela Revolución Caliente:
"El poeta y escritor Rodolfo Ybarra tenía una novela dormida como un volcán. La acaba de publicar con el título Revolución Caliente (Ed. Arteidea). Como ha dicho el autor, 'fue escrita en los ochenta y noventa, años aciagos, años en que parecía que no llegaríamos al final del milenio, tanto así que uno de los grupos poéticos que dirigí en ese tiempo se llamaba AEDOSMIL como un deseo a sobrevivir tantas muertes y asesinatos'.
La novela aparece ahora también en tiempos oscuros. Por un lado, la corrupción desbordante y, por otro, la crisis de la pandemia, que ha puesto, socialmente, en blanco y negro, quiénes están instalados en un lado y quiénes en el otro. (...) Una novela que germinó en los años cuando el país convulsionaba en alta temperatura social..."


 

CON "REVOLUCIÓN CALIENTE" EN RADIO LATINA


 


Muchas gracias a Radio Latina y al filósofo y doctor Luis Carlin por la extraordinaria entrevista. También muchas gracias a todos los que se conectaron y llamaron por teléfono. En especial, al médico Jorge Baca, de Chimbote y al líder sindical Juan Montoya. La segunda parte de esta entrevista será este martes 26 a las 4 p. m. Pasen la voz. https://www.radiolatina.com.pe/

miércoles, 20 de enero de 2021

TRÁILER DE "REVOLUCIÓN CALIENTE", NOVELA TOTAL DE RODOLFO YBARRA


 

Tráiler de "Revolución Caliente", una novela total, vanguardista, posmoderna, polifónica y ucrónica del escritor contracultural Rodolfo Ybarra. 

martes, 5 de enero de 2021

RESEÑA DE LA NOVELA "REVOLUCIÓN CALIENTE" EN EL DIARIO EXPRESO

 

Por Arturo Delgado Galimberti



Muchas gracias al diario Expreso y al escritor y periodista Arturo Delgado Galimberti por esta gran reseña a mi novela Revolución Caliente (versión online: https://www.expreso.com.pe/.../de-revoluciones.../) , un texto que pergueñé hace un poco más de dos décadas y que, contra todo pronóstico, salió editado hace un par de semanas. En realidad son varias historias, la de La Alcantarilla, un grupo de muchachos furiosos, rebeldes y antisistema. El Partido Anarquista Nacional (PAN) con Anarquímides a la cabeza. La historia del Perú no oficial, la historia de Aníbal, el poeta incomprendido y cuyos textos terminan en manos de seguridad del estado. BB La Caballo, una chica letal cuya sensualidad y sexualidad nos dejará con la boca abierta, sobre todo cuando acepta integrarse al PAN y ejecutar acciones políticas. El químico que fabrica artefactos peligrosos y los pone al servicio de sus ideales. Conspiración. Terrorismo de estado. Agit-prop. Huelgas. Discusiones ideológicas, económicas y filosóficas. Una historia paralela al rock subterráneo con cancioneros y todo. Y un largo etcétera. Son 600 páginas que espero sean de su total deleite. Solo quiero decir que mi última novela Secreto de Estado se agotó en solo un mes (ya estamos viendo la republicación con nuestro editor de Arteidea Jorge Luis Roncal Rodríguez) y que esta Revolución Caliente está siendo distribuida de forma directa y esperamos que se repita esa voracidad por mis textos que me alegran de pleno y como dice proféticamente Arturo Delgado Galimberti sobre RC: “Novela-artefacto, novela vanguardista y a la vez posmoderna, en tanto fragmentaria, plurivalente, construida sobre retazos (…) una obra que, seguro, con los años ganará un séquito fiel de lectores”.

PD: Para los interesados (mientras se regulariza la situación del Covid y mientras se distribuyen los primeros libros), Revolución Caliente tiene un costo de 49 soles (incluido el envío a casa solo en Lima. Para el envío a provincias y al extranjero consultar inbox). Cabe anotar que este volumen alcanza las 600 páginas y el precio en librerías será mayor. Les dejo aquí las cuentas; también hay Yape!
-BCP, cuenta en soles: 193-00510831-0-90
(Código interbancario: 00219310051083109013)
Rodolfo Valentino Ybarra Pinto
-Scotiabank, cuenta en soles: 946-0190813
Rodolfo Valentino Ybarra Pinto
Yape y Plim al teléfono: 916304153
Enviar, por favor, una captura de pantalla (al WhatsApp 916304153) y aseguramos el envío.


lunes, 14 de diciembre de 2020

UNA NOVELA LLAMADA “REVOLUCIÓN CALIENTE”


 

Este año fue muy duro para todos y este escriba no sería la excepción. Perdí a muchos cercanos, compañeros de ruta y conocidos de neón. Tuve a parte de mi familia enferma y mi señora madre de ochenta años no sale a la calle desde marzo y solo hace unas semanas prácticamente tuve que llevarla en brazos a que se atendiera en un hospital donde tuvimos que esperar cuatro horas en vano. Mi amigo Amadeus donde ensayábamos con la gente de Cirko Terror falleció y nos dejó en un silencio de misa. El señor que vendía frutas y que una vez me dijo “te voy a hacer una rebaja porque me he enterado que eres escritor” falleció y su esposa e hijo han estado por más de un mes en UCI (toda mi solidaridad con el pueblo de a pie!). El escritor Juan Ochoa López con quien tenía pendiente un encuentro (gracias a mi amiga Gianina Chocano) falleció sentado, en la puerta de un hospital, esperando que le pusieran oxígeno (¡maldita miseria humana!). No obstante, arrinconado y sin empleo porque como miles o millones de peruanos también me quedé en la calle y tuve que vivir todos estos meses de unos ahorros (Nunca recibí bonos ni ninguna ayuda de nadie mucho menos del Ministerio de Cultura). No obstante, todo eso y contra todo pronóstico, sale esta novela Revolución Caliente que fue escrita en los ochentas y noventas, años aciagos, años en que parecía que no llegaríamos al final del milenio, tanto así que uno de los grupos poéticos que dirigí en ese tiempo se llamaba AEDOSMIL como un deseo a sobrevivir tantas muertes y asesinatos.

Esta Revolución Caliente fue escrita a pedazos o a retazos. En su original son más de mil páginas en unos 400 capítulos. Obviamente para esta edición se tuvo que apretar los textos y salen 600 páginas. No voy a decir que me divertí al escribirla porque no sería verdad. Más bien escribí esta RC dolido, enfermo, con frío, con fiebre, con hambre, sin un sol en el bolsillo, con amigos torturados, perseguidos y/o muertos como mi compañera de carpeta Melissa Alfaro a quien le pusieron un sobre bomba en las épocas de Fujimori y Montesinos. Como mi viejo amigo Jara, “Jarita” Berrospi a quien encerraron en una cárcel tumba por ayudar a develar quienes eran los culpables de la Matanza de la Cantuta. O como mi amigo JJ Herrera a quien mandaron a la cárcel por ser un fotógrafo de izquierda (porque los hubo hasta que los aniquilaron a todos y pusieron en la cartelera a los fotógrafos de El Chino y sus cerebros reventados y calatas de portada).
No está demás decir que este país y sus gobernantes han hecho todo lo posible para que aquí no florezcan los escritores, para que los poetas mueran por inanición o para que los artistas sean algo así como pordioseros o mendigos. Lo mismo y peor pasa en el resto de la sociedad. Solo hay que mirar para darse cuenta. Esta vez nos costó la vida de tres peruanos: Inti Sotelo Camargo, Bryan Pintado Sánchez y Yener Muñoz (este último en este gobierno de Sagasti), antes fueron los dos jóvenes electrocutados en McDonalds: Gabriel Campos Zapata y Alexandra Porras Inga y antes los jóvenes esclavos carbonizados en Las Malvinas y por los cuales PPK no movió un dedo: Jovi y Luis. Y esto no tiene cuándo acabar. Pero para eso estamos, para vencer la adversidad y seguir ablandando el ladrillo. Por eso y por otros motivos escribí Revolución Caliente. Este libro no debería salir ahora, pero sale porque quiere y porque quiero y porque hay que decirlo: la memoria es nuestra mejor arma contra la muerte y contra la tiranía.
El texto de la contracarátula fue pergueñado por Gonzalo Portals Zubiate hace algunos años cuando el libro tenía otro título que ya no viene al caso (solo felicitar a Gonzalo por haber obtenido hace poco el Premio Nacional de Novela del BCR). Y dejó aquí sus palabras para animar a la lectura de esta novela políticamente incorrecta, cuasiucrónica, multifónica, psicodélica, rimbombante, electrizante, rebelde, pretenciosa y excesiva por muchas cosas que seguro contaré en un próximo post. Mientras tanto, aquí el texto de GPZ:
¿Qué historia es la que nos plantea Rodolfo Ybarra en esta su última novela Revolución Caliente? ¿Qué es, en buena cuenta, la Historia y cuál la historia verdadera? ¿Acaso es la escenografía general de la podredumbre política que retrata en sus casi seiscientas páginas de desahogo, rabia, humor negro, delirio y pasión convulsa? ¿Será ésa, la de los líderes infestados de pus y codicia, regurgitación de la clase política de siempre y prolapso previsible de la que vendrá, aquella que se resuelve y parasita como una secreción mucosa? ¿Es ésa, o acaso es la de los erróneamente bautizados como marginales, aquella que Harter Jarjacha, Resinoso, Monick, El Poeta, BB y Escarlatina, entre otros personajes creíbles en su espíritu atrabiliario, nos confirman, en base a su futuro aparente y/o anteladamente castrado, una historia de honestidad fraguada desde y para el dar, para el ser axial e inevitable, para el compromiso concreto en un universo de liberalización de la sexualidad y el consumo de drogas?
A diferencia de Mañana las ratas, la novela de ciencia ficción de José B. Adolph, en la que el autor plantea la invención de una Lima futurista y distópica en la que el sujeto-rata, el excluido del (anti)sistema es un sobreviviente que termina por empinarse como el representante más acerado del cuestionamiento y la crítica contra las formas políticas de gobernar el mundo, Revolución Caliente de Rodolfo Ybarra nos coloca ante una realidad oleaginosa, envilecida y decadente, sin salida ni destino fijo, en la que la única alternativa r(d)ecae en la generación casi natural del movimiento anarquista, liderado por su factótum Anarquímedes, y cuyos integrantes, al final de su periplo histórico, deberán pagar indefectiblemente la cuota mayor que implica haber fijado su anclaje en sus propios e inalienables compromisos y programas: soledad, autoexclusión, enajenación e incluso la muerte, en una suerte de martirologio de un santoral apócrifo, inexistente.
En esta Revolución Caliente, versión ucrónica para Educación Básica Regular, tal como su autor la denomina, Ybarra, fiel a su disciplina de cilicio, no transa con nada ni con nadie, ni siquiera con alguno de sus alter egos travestidos. Su factura está hecha de cuatro partes (periodo autóctono, colonial, de independencia y post scríptum), y en todas ellas el afán didáctico no cunde, se esclerotiza, se ralentiza en unas formas y lenguas corrosivas que, en su (im)pertinencia, dinamitan cualquier estímulo de superación y sepultan bajo lajas cruciformes cualquier antídoto contra la desesperanza. Incluso en los textos dedicados al encuentro íntimo y último de los seres que conforman el colectivo denominado La Alcantarilla, las más intensas secciones de este tratado de la abulia reconfortante, el discurso literario que domina la trama se torna casi tan ríspido y fermentado como los tiempos de los que trata y que nos han tocado vivir y seguir padeciendo.
PD1: la presentación será virtual este lunes 21 a las 6 y 30 y en la mesa estarán el novelista y periodista Arturo Delgado Galimberti, el novelista y biólogo Rafael Inocente y el editor, poeta y periodista Jorge Luis Roncal de Arteidea. La moderación estará a cargo del escritor Manuel Raya. La transmisión se hará por este fanpage personal:
https://web.facebook.com/RODOLFO-YBARRA-244373448928388
. Pasen la voz. Están avisados.
PD2: Pronto en librerías y también pueden hacer sus pedidos vía inbox.

lunes, 24 de agosto de 2020

A UNA BUENA NOVELA NO LO SUPERA LA REALIDAD


Prólogo a la novela Los que no podían amar, de Germán Rodríguez Aquino.


 x Rodolfo Ybarra

 

 

Germán Rodríguez Aquino no solo es un abogado, coach, conferencista y embajador de la paz sino que libro a libro se ha convertido en un escritor de novelas controversiales donde el erotismo, la fantasía y las vivencias, nos muestran un mundo muy particular, por ratos ditirámbico y por ratos con pasajes que nos hacen recordar a Celine, Bukowski, Alberto Moravia, al marqués de Sade o Las edades de Lulú de Almudena Grandes o La historia del ojo de Georges Bataille, etc. Y donde, además, el lector es llevado de la mano como si fuera un testigo presencial de los hechos, tal cual se tratase de una película filmada con una cámara Go-pro y en primer primerísimo plano. Entonces, la historia se desarrolla natural sin aspavientos con los flashes o luces que el narrador quiere mostrar.

Escrito en primera persona, como aconseja Fernando Vallejo, y de forma aristotélica: inicio, medio, final, Los que no podían amar (LQNPA) nos presenta un cuadro al óleo del interior de las mujeres. En este caso, Teo, la mujer perdida y por el cual pierden la cabeza los hombres. Pero que a pesar de todo tiene que vivirse (o leerse) casi como si nos estuvieran apuntando la cabeza con un revólver. Un submundo de vidas contrahechas como páginas arrancadas del diario de Anaís Nin o de algún libro de Henry Miller o de alguna película de Ettore Scola, donde la pasión y la vivencias anodinas se van sumando poco a poco hasta convertirse en una olla a presión y explotarnos en la cara. Arte y magia que Germán Rodríguez Aquino sabe pergeñar perfectamente como buen artesano o llenador de techo literario que va sumando novela a novela sus propios réditos y sus propios devotos lectores.

LQNPA va a demudar las relaciones personales de Teo con Gerardo, alter ego de Germán, relaciones desbordadas por cierto, que expresan deseo, exceso y, porque no decirlo, lujuria que van a estar acompañados de la crítica y/o el deshago y también rabia. El amor pareciera ser solo una pátina, pero el personaje principal ama locamente y se entrega al sacrificio de amar a quien no puede o no debería amar y a quien, además, le cumple todos sus caprichos y le soporta lo insoportable. Pero así la vida, como la novela, nos pone en situaciones extrañas o inverosímiles que uno tiene que resolver cueste lo que cueste y a veces entregando el honor o la pureza.

Sin duda esta novela no defrauda y no está hecha para espíritus livianos o leves como diría Kundera, sino para lectores duros, hardcore lector, hypocrite lectours, acostumbrados a recibir patadas en el estómago, golpes en la quijada, jacks de un buen narrador que ha entendido la vida y conoce los procesos humanos quizás por su misma profesión dedicada a las leyes y a la defensa de inocentes y/o culpables, pero también porque hay un correcto manejo del lenguaje y de las técnicas literarias que, trabajadas sutilmente, le permiten abordar una novela como quien pela una fruta para delicia del que está del otro lado del texto.

Quizás el título que es una imagen de negación: Los que no podían amar se convierte más bien en un título de afirmación, de resemantización del verbo amar y sus sucedáneos: amor ágape (¡dios?), amor filia (hijos, familia), amor eros (pareja). Y porque aquí se ama, como dicen los españoles: ¡desde los cojones!, desde el mismo polvo de los huesos. Y porque la realidad siempre va a superar a la novela. Pero a las buenas novelas no la supera la realidad.

Finalmente, felicitamos a Germán Rodríguez Aquino por esta nueva entrega, sabedores de que su pasión son las letras y de que contar, para él, es un hecho natural, por eso es que es un gran conversador, una persona amable que sabe ganarse, a punche, a los amigos y, cómo no, a cada uno de nosotros que, desde hace algunos años, somos sus leyentes (de ley y de lectura).

Ahora, sí, tomen asiento, pongan luz baja y que empiece la función. 

 

¿DECONSTRUCCIÓN O DESVIACIÓN? RELACIONES ENTRE EL JUEGO DERRIDIANO Y POEMAS DE VÍCTOR CORAL Y RODOLFO YBARRA

 Por: William Piero Ramos Rasmussen - Publicada en la web http://cafedelobos.com el 18 de agosto del 2020

Al profesor Javier Suárez, quien me enseñó la infinita ternura de la "contaminación".






 

                                                                                1

Es sabido que Jacques Derridá creía que la técnica de la “deconstrucción” -basada en “el juego” de desemparejar significado de cualquier significante y  abrir las interpretaciones en una infinita cadena de significantes, para desviarlo del signo lingüístico saussauriano (“significado/significante”); era una suerte de martillazo nietzscheano a toda la metafísica occidental. Verbigracia, Jacques Lacan –otro de los teóricos de los distintos posestructuralismos de fines de los 60’s- podría haber deslizado una ironía al referirse a sus seguidores en el “Seminario 27”: “Sean ustedes lacanianos, si quieren. Yo soy freudiano” –véase la traducción al español  en “El seminario de Caracas” de 1982-.

La teoría de Derridá, ejemplificada por Lacan en el anterior fragmento citado, da cuenta de que la técnica de la “deconstrucción” está alejada de la “destrucción” y la “deformación” – juego de moda entre los académicos (y no académicos) de la reciente década (1).  Más bien, uno podría interpretar que el juego de la “deconstrucción derridiana” se encuentra más cerca de una desviación o un “clinamem” (Bloom, 1973).

Lacan ejemplifica la técnica de la “deconstrucción” con sutil maestría, pues al absolverse de sus mismos seguidores: “sean ustedes lacanianos (…) Yo soy freudiano”; está descentrando el significado o deconstruyendo lo que llamamos “freudismo” y lo “lacaniano” mediante el uso de la “transferencia” (Lacan, 1966), la cual disociaría a la significación de su significado,  haciendo una cadena de significantes que, en teoría, vendrían a ser similares (2).

De esta forma, podríamos encontrar aquí una suerte de metonimia con el famoso ejemplo de “anillos cuyo collar se sella en el anillo de otro collar hecho de anillos” (Lacan, 1966) y así, la escuela de los posestructuralismos franceses,  se vería gravemente afectada por la complementariedad entre sus mismos teóricos.

Lo que me indujo a escribir esta introducción sobre la contradicción de los distintos postestructuralismos, es la relación que existe entre la técnica de la “deconstrucción” y dos poemas de autores peruanos: Víctor Coral y Rodolfo Ybarra. Poemas fuertes; revitalizadores; cuyo contenido se despliega más allá de la “intertextualidad” (Genette, 1962). Los mismos que comprenden en su ironía una música altisonante, valores estéticos y a mi parecer, deben ser leídos con gafas de científico en tiempos de guerra contra enemigos invisibles (ya sean fenómenos como el “Covid-19”;  nuestra crítica cultural lóbregamente desperdiciada en el monopolio de los medios de comunicación; o el progresismo –en aparente decadencia-).

Dichos textos –inéditos y mordaces- podrían interpretarse como una crítica al exclusivo club de los poetas críticos patidifusos y enfrascados en su torre de marfil (3), temerosos de pasar de moda y hacerse añicos en el olvido. O también podrían evidenciar una estricta revisión de la técnica de la “deconstrucción derridiana” tan malamente interpretada por los inscritos en la crítica cultural de la Escuela del Resentimiento (4) con atisbos de cazadores de brujas, empeñados en derrumbar estatuas; enlodar textos universales; engrasar la memoria de autores clásicos; y autoflagelarse recortando sus propias alas bajo sus dedos de lana contra el teclado.

 

                                                                               2

 

LA CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS – VÍCTOR CORAL

“Nosotros los poetas malos

somos tan poetas como

Safo, Catulo o Dante.

Sólo que malos.

 

A diferencia de ustedes,

poetas sumidos en la medianía,

nosotros tomamos en serio el oficio,

como los buenos,

y leemos y estudiamos a poetas fundamentales

(Rubén Darío, Amado Nervo, Pablo Neruda)

que nos hacen mucho daño.

 

Tampoco compramos poemarios de moda,

en la librería de moda,

para comentarlos ligeramente

en nuestros muros y revistas virtuales

de moda.

 

¡Jamás!

 

Nosotros acudimos religiosamente

a la biblioteca del tatarabuelo

—noble poeta justamente olvidado—

que nos legó, además,

la pluma de plata

con que pergeñamos nuestros clásicos

alejandrinos, nuestros sonetos con rima macho

y nuestras sextinas perfectamente intonsas.

 

Nosotros —escuchen bien pobres mediocres—

sabemos que somos malos,

y lo asumimos con resignación y fortaleza:

tenemos un lugar (inenvidiable)

en el mundo de las letras;

ustedes,

son solo aves de paso grises

apenas destacadas sobre el cielo gris mediocre

de Lima.

 

Y cuidado,

que en un descuido de esos

que se dan cada mil años,

por un decreto del supremo sin duda

—nosotros los poetas malos

a diferencia también de ustedes,

somos teístas—,

podemos obtener un puesto entre los grandes

arriba mencionados, o acaso

junto a Garcilaso, Goethe o Coleridge.

 

Ustedes, pobres oportunistas angurrientos,

sólo confían en el vulgar éxito del presente

y se conforman con la alabanza pagada con vinos

o con favores inconfesables; pero

si una prueba irrefutable hay

de vuestra terrible mediocridad,

es su triste comprensión de lo poético:

 

‘Todo es político’, piensan,

‘Basta escribir regular y hacer mucha propaganda’,

sienten de corazón.

 

¡Alejaos, repulsivas alimañas!

 

Nosotros los poetas malos

Tal vez nunca salgamos en el diario

—ni tradicional ni virtual—;

pero nadie podrá negar nunca

nuestro respeto y amor

por el oficio más prostituido del mundo.

 

Respeto excesivo que ha marcado nuestro destino…”

 

Victor Coral

 

***

 

La voz poética del texto “LA CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS” de Víctor Coral, refiere como “poetas malos” a algunos de los poetas más importantes de la literatura occidental. Entre ellos destaca  Dante Alighieri (autodenominado profeta en su época, unificador de lo político, económico y religioso en “La Divina Comedia”), sin olvidarse de incluir a otros poetas sumamente influyentes para los poetas críticos de todos los tiempos (entre ellos Samuel Taylor Coleridge, Pablo Neruda y un guiño especial a la poeta griega Safo de Mitilene).

 

La relación entre la técnica de la deconstrucción y el poema de Víctor Coral es posible porque todos los nombres inscritos en “LA CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS”, representan a algunos de los mejores y más destacados poetas de sus respectivas épocas, quienes siguen vigentes por el “arte verbal” (Reisz, 2012) que salta y fluye en su indefectible fuerza poética. La desviación de tratar como “poetas malos”  a estos autores fascinantes se devela como una ironía actual -y lamentable- que podría denominarse como una “exclusión desde los excluidos”.

 

Y es que los profesores y estudiantes empecinados en marginar y/o ignorar a estos autores bajo términos de “poder”, “género” y “religión”; son, precisamente, los encargados de llevar la bandera de la inclusión. Los llamados “luchadores sociales” tienen sus mecanismos para  excluir –Foucault sentiría un dolor en su valiente pecho al ver la malicia de sus seguidores y su aprovechamiento del sufrimiento ajeno para separarse de lo incómodo, idealizando autores bastante cuestionables y olvidándose de todo tipo de valores estéticos  en favor del hambre de sus banderas, intereses y luchas particulares. Jóvenes –y no tan jóvenes- dramáticamente aburridos y descreídos de la belleza, como lo sería una producción de Netflix sobre cualquier obra del supremo William Shakeaspeare.

 

                                                                               3

 

S/T – RODOLFO YBARRA

 

SI YO TUVIERA SOLO UN PODER MÁGICO PARA CAMBIAR LO QUE YA NO SE PUEDE CAMBIAR, le depilaría las cejas a Frida Kahlo, le cosería la oreja a Van Gogh, le enderezaría los ojos a Sartre y de paso a Aldous Huxley. Le arreglaría la espalda al jorobado de NotreDame, las piernas al acondroplásico de Tolouse Lautrec y la papada al mostrenco de Alfred Hitchcock También le pondría pelo a Picasso y le alargaría más los bigotes a Salvador Dalí. A Marilyn le regalaría pelucas de colores. Le cortaría el cerquillo y le regalaría un cuerpo ortopédico a Betty Page, a Betty Grable y a Betty Blue. Le cambiaría el licor por jugos de fruta o yogurt a William Blake, Dylan Thomas y al viejo Bukowski. Le compraría una bolsa de panes a Vallejo. Le apagaría las hornillas a Silvia Plath. Sacaría a pasear al perro de Nietzsche y al gato de Cortázar y de Pérec. Le escondería la escopeta a Hemingway y a Burroughs y el revólver a Arguedas. Le enseñaría a flotar con piedras en los bolsillos a Virginia Wolf. Le regalaría un globo aerostático a Saint Exupéry. Le daría un espacio de mi casa a Dostoievski. Le devolvería la vista a Borges y los oídos a Bethoven. Le escondería las espadas a Mishima y las pastillas a Alejandra Pizarnik. Pasearía con Pasolini por las calles rosadas, solo para que nadie lo moleste. Sacaría del loquero a Ezra Pound, Antonin Artaud, Panero y Martín Adán. Rescataría a García Lorca del paredón de fusilamiento y le invitaría un café junto a Dalí y a Buñuel. Le curaría la artritis a Renoir. Le curaría la TBC a Antón Chéjov, a Guy de Maupassant, a Dashiell Hammett, Gorky, Kafka, Keats, D.H. Lawrence, George Orwell, Moliere, Rousseau, Schiller, Voltiere, Walt Whithman, etc. Le abrocharía el cinturón de seguridad a James Dean. Le patearía el trasero al diablo para que no moleste más a Baudelaire o a Edgard Allan Poe; y le daría otra patada a dios para que no atormente a santa Teresa de Jesús. Y después me pondría a escribir una carta en papel Japón que hablara de estas cosas que sé perfectamente no podré hacer jamás.

 

Rodolfo Ybarra

 

***

El  poema de Rodolfo Ybarra nos revela una voz poética severa en tiempos donde tenemos que lidiar con la mortalidad. Una poesía dura y sólida, una contaminación y mezcla entre la serena escultura de Helena frente al mar y los sonidos geológicos y sísmicos de un Dionisos airado con la voluntad de comerse todos los miedos.

 

En este texto, la técnica de la deconstrucción podría referirnos a una realidad amarga e hiriente. De momento, la denominaré como una crítica a los poetas y colectivos contemporáneos. Y es que los más jóvenes, quienes declaran la guerra al “sistema”, “religión” y “patriarcado” acusando y prendiendo hogueras por la “desmitificación” de los autores, solían mostrarse en público con atavíos propios de la excepcional Frida Kahlo y de vez en cuando, suelen repetir el poema “Masa” de Vallejo como ingenuos monaguillos.

 

La voz poética en el poema de Ybarra da batalla con los puños cerrados contra la mala interpretación de las técnicas deconstructivistas derridianas. Sólo el inicio: “SI YO TUVIERA SOLO UN PODER MÁGICO PARA CAMBIAR LO QUE YA NO SE PUEDE CAMBIAR, le depilaría las cejas a Frida Kahlo, le cosería la oreja a Van Gogh, le enderezaría los ojos a Sartre y de paso a Aldous Huxley…”.

 

Entonces, además de descentrar lo tradicional con un golpe intertextual directo; también se da un cuestionamiento sobre cómo el uso desmesurado del juego derridiano, se ha transformado en un gatillazo contra la Humanidad –¿No es acaso la literatura y sus autores, la Vida que leemos; la memoria que forjamos; y los lentes que nos permiten viajar hacia dentro del abismo de nuestra soledad?

 

El mismo Roland Barthes se jalaría de los pelos que no tenía (mi querido francés autor de “La muerte del autor” era ya de por sí cuasi calvo), si tuviera en frente a esas hordas que, sin saber definir qué cosa es una fantasmagoría y sin leer a los teóricos que “sin querer queriendo citan”; se hacen llamar “deconstructivistas”; “interseccionales” y “anti-sistemas”, mientras afean lo bello de la literatura y marginan aquella “música callada de las palabras” de las cuales da cuenta la teórica y poeta feminista peruana Susana Reisz, en su ensayo “El rol de los valores estéticos en los estudios literarios”.

 

 

                                                                               4

Víctor Coral y Rodolfo Ybarra, en estos dos textos le ofrecen a los lectores algo que hemos perdido por la angustia de nuestra soledad confrontada con el miedo y la mala interpretación de las teorías francesas de los 60’s. Ambos poemas nos devuelven la ironía en la deconstrucción. En tiempos donde los humanos se sienten tan destruidos por la Pandemia Covid-19 –que arrasa familias enteras y devasta pueblos y hospitales-; la ironía sobrevive, resiste. Se fortalece.

 

                                                                     FIN

 

NOTAS DE PIE DE PÁGINA:

 

(1)    Este ensayo fue escrito el 18 de agosto del 2020, durante la Pandemia Mundial del Covid-19.

(2)    Es innegable que el teórico francés inspiró sus teorías psicoanalíticas en base al maestro de la sospecha Sigmund Freud.

(3)    Tomo el término “Torre de Marfil” en alusión al título del ensayo de José Carlos Mariátegui en el libro “Literatura y Estética” de la Fundación Biblioteca Ayacucho.

(4)    Aunque lo expuesto genere angustias, la “Escuela del Resentimiento” – es una definición de Harold Bloom para designar a los críticos multiculturalistas obsesionados por encontrar en el contenido de los textos, cualquier rasgo de racismo, machismo, capitalismo, etc.; con el objetivo de censurar y marginar autores y obras clásicas del discurso de las Instituciones Académicas.

 

BIBLIOGRAFÍA

Bloom, H. (1973). La angustia de las influencias. Caracas: Monte Ávila Editores C.A.

Genette, G. (1962). Palimpsestos. En Teoría y Crítica Literaria. Madrid: TAURUS.

Lacan, J. (1966). La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. En Escritos. Buenos Aires: SIGLO XXI.

Reisz,S. (2012). El rol de los valores estéticos en los estudios literarios. En Lexis, vol. 36, no. 2. Lima. Fondo Editorial de la PUCP.


viernes, 7 de junio de 2019

NOS VAMOS A "CHILCA LEE"


Nos vemos en la IV Feria Internacional del Libro Chilca Lee. Huancayo-Perú, del 4 al 14 de Julio que contará con delegaciones de España, México, Ecuador, Argentina, Colombia y otros países hermanos. Muchas gracias a sus organizadores. Pasen la voz.


CUENTO: "POR QUÉ NO SE VAN"

CUENTO: “Por qué no se van” de Rodolfo Ybarra

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Escritor peruano Rodolfo Ybarra (Foto: Archivo personal del autor)

POR QUÉ NO SE VAN*

Rodolfo Ybarra

Defecas y te masturbas mientras comes tu hamburguesa de chancho con mostaza. «Mostacero», te dices a ti mismo y ríes, te carcajeas sin dientes y eructas: «¡las tres “ces” carajo!, comer, cagar y cachar, aunque sea en soledad, he ahí la felicidad, that is the question». Jalas la palanca, jalas con la nariz, jalas por arriba y por abajo, pura harina blanca flor, puro talco y yeso para el cerebro de trapo, el cerebro que se deshace como queso gruyere de tantas drogas, analgésicos, calmantes, ansiolíticos y antipsicóticos que te metes sin receta médica ni cláusulas de ningún tipo, solo por el «placer» (así hablan los pitucos) de recibir más basura en tu cuerpo de relleno sanitario acostumbrado a tragar, fagocitar, embutirse con cualquier cosa que aparezca por ahí, frutas podridas, panes secos, carne de perro o chanfainita hecha de placenta humana o esa comida de «siete sabores» que te deja la lengua roja, adormecida y en forma de bola como si te estuvieras atragantando de ti mismo. Pero tú sabes que el primer principio del hombre es alimentarse, tragar, fagocitar, comerle las carnes al vecino, la vecina, o al que está al lado, así sea un perro, un gato, un gusano o un insecto, solo se trata de sobrevivir, llegar a mañana, sea como sea, no importa si te dicen «animal», «salvaje», «caníbal» o «antropófago», esas categorías son delicadezas de los señoritos burgueses o de los que nunca han pasado hambre porque los de abajo no nos andamos con amaneramientos o con modales estúpidos o los que eructan para un costado o sueltan silenciosamente una ventosidad para no ofender al interlocutor o al compañero de asiento en el microbús y nos huelen las axilas a ajos y cebollas. Porque el maestro lumpen es del pueblo, viene de él y va hacia él, y no se anda con formalidades o afeites, esa triquiñuelas que solo le sirven a los politiqueros para ganar votos en épocas electorales o mirar a un costado cuando ya tienen acceso al poder y entornillar sus culos por cinco años con sueldos de reyes y ganar estatus para codearse con tiranos, celebridades de pacotilla o cantantes de rock. El maestro lumpen se forjó en la lucha diaria, leyendo parado en los puestos de periódicos, robando libros en las librerías para «gentes de bien» y en las bibliotecas mal equipadas de las clases medias que se creen de arriba pero están por los suelos bajo la planta de los zapatos y no tienen clase ni escudo o blasón familiar. En cambio, tú, sí, tienes clase, maestro lumpen. Tú, sí, tienes don y orgullo por los conocimientos que adquiriste a punta de quemar y arrancarte las pestañas día y noche en las bibliotecas carcelarias, con los libreros desalojados de la avenida Grau o los que sucumbieron en el campo ferial Amazonas, con los hijos sacados a la fuerza por comadronas o hijos abortados de los que no tienen casa ni empleo conocido. Tú, sí, te hiciste solo, desde abajo, desde un pedazo de mojón, leyendo periódicos pasados con los que te limpiabas el trasero o con revistas viejas con las que entendiste que es mejor no ir al colegio ni a la universidad, que es mejor leer, aunque sea de prestado, y abandonarse en las cloacas inmundas de una civilización inmunda, tecnificada y siempre presta a ponerte el grillete en las patas y arrearte al matadero como ganado vacuno o balar. Porque si no estás informado o no sabes dónde estás parado de nada te sirve acabar la universidad o sacar un título profesional a nombre de la nación o a nombre de quien chucha sea. Y por si nadie notó la contradicción, nadie puede estar contra el poder y a la vez sacar un título a nombre de la nación, es por demás ridículo y mediocre pedir una acreditación para ser sometido expoliado, licuefactado y convertido en esclavo, light, cero colesterol y a gusto del cliente. Que nadie te joda, maestro lumpen, porque tú todo lo sabes y has vivido varias vidas en una sola y te has hecho a ti mismo a punta de degradación humana, a punta de marginación social y envilecimiento por falta y por exceso, por falta de comida y por exceso de alcohol, drogas, placebo y libido, el de las entrepiernas y los pechos dadivosos, esas tres pequeñas cosas que nos diferencian de los animales y bestias que pueblan las ciudades de la perdición donde el sistema te dice que tienes que llegar temprano, marcar tarjeta o si no te descontarán el dominical o te botarán a patadas o a puñetazos. Y qué, claro, tu esposa y tus hijos te esperan en casa con una sopa caliente para ti, pura farsa para que no puedas decir «no» y te pongas tú solito la canga en el pescuezo y las marrocas en los brazos y sigas echando carbón al caldero o moviendo la palanca de una fábrica que tarde o temprano, cuando te haya exprimido y escurrido como a un trapeador, te desechará porque ya no le sirves para nada, y luego meterán a otro, más joven y con músculos más fuertes para que te reemplace y cumpla tu trabajo de autómata al servicio de la más pura y bestial explotación. Y botas tanta mierda por la boca que tu culo se siente decepcionado, sin ganas de expulsarte de adentro hacia fuera que eres tú mismo como el catoblepas o cualquier animal que muerde y araña su imagen en el espejo o te pasa su sarna, pero tú no estás aquí para cojudeces, tú estás aquí para ganarte con alguito, meterte algo al bolsillo ahuecado, engordar las alforjas, llenar los porongos, recursearte con lo que sea porque uno no sabe qué va a pasar mañana, por eso es mejor comerlo todo, fumarlo todo y cagarlo todo, aprovecharte del sexo dispuesto o indispuesto y si no es así, pues una paja estaría bien, una manuela a dos manos o empujando sobre una papaya o sobre una calabaza porque tú sabes todas las mañas y cuando de «autosatisfacción» se trata no escatimas en moralinas o estúpidas convenciones impuestas desde las creencias religiosas. Porque el «placer» es como el hambre, y, cuando aprieta, uno tiene que cogerse de lo que esté al lado, apachurrarlo con las manos, morderlo, lengüetearlo, ensalivarlo y engrasarlo no importa si es aceite de carro, manteca o mantequilla, lo importante es que el cuerpo se deslice limpiamente, sin frenos u obstáculos que atentan contra el goce, pues, como todos saben: «Me voy a la mierda, luego existo». Lo demás es una canción que empieza con los acordes de «¿Por qué no se van? (del país)». Y eso lo saben quienes vivimos los ochenta y todavía estamos aquí para contarlo.


*Cuento incluido en el libro “Hermosos Ruidos”, Editorial Altazor, año 2018.