sábado, 12 de junio de 2010

SECCIÓN GUERRA Y LITERATURA: "DÍAS DE FUEGO"




EN TORNO A UNA NOVELA DE FERNANDO CUETO

-Pueden leer en este mismo blog otra reseña hecha por el novelista Rafael Inocente: http://rodolfoybarra.blogspot.com/2010/05/entre-dos-fuegos-envio-de-rafael.html

-Aquí pueden ver una interesante entrevista realizada por Augusto Rubio Acosta del blog Marea Cultural: http://viadescape.com/television/2009/05/12/fernando-cueto-chavarria-novelista/

Días de Fuego es la nueva novela de Fernando Cueto (mancuerna editorial Río Santa y San Marcos, 2009) que nos muestra un nuevo ángulo del proceso de guerra interna que se vivió en el país durante el ochenta e inicios del noventa. Aquí la historia es narrada en primera persona por un minusválido, Segundo Rentería, ex miembro de la otrora, innatural, PIP, quien se ve arrastrado por el amor hacia una mujer, Roxana, miembro de una célula de aniquilamiento, que poco a poco va develando su verdadero desiderátum con el Partido Comunista Sendero Luminoso, y sus reveladores lazos con policías y familiares de policías.
En una primera lectura, pareciera que Cueto intenta darle un nuevo rostro a las huestes genocidas y mercenarios del Estado peruano; así, los mandos medios y bajos de la policía son mostrados como personas provincianas de bajos recursos, embrutecidos, hambrientos y con pocas expectativas, que viven en cuartuchos alquilados en distritos populosos como Breña, el Rímac, San Martín de Porres, etc; sus mayores aspiraciones suceden en hacerse de una profesión (abogado u otro parecido) para poder reengancharse y asimilarse en el grado de capitán. Sus aburridas y lamentables vidas, entre el trabajo y el peso de la oficialidad que los humilla, castiga y desprecia, sólo se ven sobresaltadas cuando son “perdonados” al haber cometido algún error, o cuando han hecho un trabajo “bien hecho” ( un“¡Buena, carajo! ¿Así se hace! ¡Cómo se nota que eres perro fino!”) y son los mandos quienes se llevan todo el crédito. No obstante, el anatema y la tradición policial se descubren a sí mismas: “Un detective en la ciudad, con una placa y un revólver, nunca puede estar con los bolsillos vacíos”, pg. 52. “Muchacho de mierda, un policía sin arma es como un tigre sin garras”, pg. 61.
Repasemos este párrafo que mezcla el amor dolido con una confesión policial de los tiempos vividos en la barbarie (irónicamente, en su mayor parte causado por ellos mismos):
Le contó a la muchacha cómo en las horas de miedo y desesperación en el calabozo de la Escuela, había pensado en ella; cómo en las alturas de Cangallo, mientras la patrulla que él integraba incendiaba aldeas y disparaba contra hombres, mujeres y niños, seguía pensando en ella; cómo en la Base Los Cabitos, en Huamanga, cuando torturaban y mataban a los detenidos en los interrogatorios, no podía dejar de pensar en ella; y cómo durante todo ese tiempo su imagen de niña virginal, de tez sonrosada y ojos afables, había sido un bálsamo para su alma atormentada”. Pg. 137.

La novela intercala los tiempos pasado y presente (a veces de forma irregular) para mostrarnos el dolor y sacrificio que cuesta ser un policía raso y, luego, el dolor y las secuelas en carne propia de un enfrentamiento fraticida donde el pueblo (repartido entre policías y senderistas que viven en los mismos distritos y participan casi de los mismos quehaceres y los mismos divertimentos) son puestos frente a frente cuasi como marionetas para pelear por un país de cartón piedra, unos; y, otros, para pelear por un país utópico; sin reconocer, ni uno ni otro, que los dos bandos corresponden al mismo estrato social y, que, por lo tanto, es una guerra condenada a la autoaniquilación donde ‘el pueblo mata al pueblo’, mientras las clases altas y la oficialidad se ríen a carcajadas de un aparente orden en el que se zurran día a día con unas leyes que no los condena ni castiga porque ellos están más allá de cualquier conjetura, y tienen su propio ejército de mercenarios para velar por su seguridad. El siguiente párrafo narra los momentos exactos cuando las hijas de un ministro (ante el toque de queda que anatemiza Lima) piden refuerzos de seguridad para su casa, lugar al que acuden Rentería y el cabo Ramírez, “un zambo rumboso y fanfarrón”, quienes se encuentran con una patrulla policial, varios efectivos y vigilantes particulares, armados hasta los dientes, cuidando la azotea y la puerta principal: “A mitad de cuadra, un patrullero de la Guardia Civil, en su intento por ocultarse, se había estacionado dentro de un jardín. Un guardia, al volante, se había quedado dormido con la boca abierta. Sentados al filo de la vereda, escondidos entre el parachoque del patrullero y un arbusto en forma de vicuña, dos guardias conversaban y fumaban cigarrillos apoyando sus fusiles en el suelo. Al vernos, se sobresaltaron y nos apuntaron con sus armas. Luego de identificarnos y de explicarles el motivo de nuestra presencia, el cabo Ramírez se dispuso a tocar la puerta de la casa. En vez de una chiquilla asustada, se asomó a la puerta un vigilante particular protegido con un chaleco antibalas y armado con una carabina recortada. El cabo alzó los ojos y vio otro vigilante, protegido y armado como el de la puerta, caminando por el tejado de la casa. El zambo Ramírez ya no pudo decirle nada al hombre que esperaba sus palabras en la puerta, se encogió de hombros y arrugó los morros, y, como si lo hubieran estafado, se vino refunfuñando a mi lado. Estas pendejas tienen seguridad de sobra, dijo”. Pg. 274-275.

No obstante, el mensaje principal de la novela parece ser el descubrimiento tardío de que la guerra interna sólo la libraba el pueblo de a pie, a lo cual hay que agregar que mientras unos habían optado por servir de mercenarios al sistema imperante en una posición de clase contraproducente, otros habían decidido participar desesperadamente en la lucha armada.
Repasemos estos dos párrafos; en el primero, el personaje principal se cuestiona su realidad de paria (esclavo-siervo-proletario); en el segundo párrafo, el policía-paria desembucha sus cuestionamientos al oficial, quien escucha atónito algo que no podría comprender en su verdadera dimensión (quizás esta ingenuidad no esté en el personaje, sino en el autor de la novela; y es, tal vez, una de las principales gibas que encuentra el lector acucioso las que se suman a la falta de originalidad del texto que nos remite a películas como “Días de Santiago” y el trauma de guerra, y “Paloma de Papel” en donde el policía que se enamora de la subversiva):

Qué estaba pasando? ¿Qué era aquello que estaba diezmando, uno por uno, a los parias? ¿Acaso los otros, los que morían en el otro bando, también eran parias? ¿Era una guerra librada exclusivamente por parias? Quizá, pensé, esa violencia, esa guerra, era el precio de ser paria y mantenerse con vida en el Perú. Recordé las palabras del Retén: Paria eres, y paria vas a morir. ¿Era una fatalidad? ¿Desde cuándo, sobrecogidos y empujados por las circunstancias, los parias librábamos guerras sin saber por qué ni para qué? Estaba visto que sólo servíamos para las estadísticas, para que se sepa cuántos íbamos muriendo, sin importar el momento ni el dolor, porque, después del conteo, todo seguía igual. Al día siguiente, la gente decente continuaría con sus quehaceres y las familias bien constituidas seguirían siendo el núcleo básico de la sociedad: los hombres buscando el sustento como hormigas y las mujeres rezando para que a sus hijos no les pase nada en las calles”. Pg. 172.

-“Morimos porque somos la última rueda del coche, porque servimos de escudo, de carne de cañón, para que a los oficiales como usted no les pase nada. Saque su cuenta, en Ayacucho, por ejemplo, para que muera un oficial, primero tienen que morir un centenar de subalternos. Sin ir muy lejos, a usted el Comando lo cuida, lo protege y no es que no sirva para la labor policial, sino que lo han metido en una congeladora, lo mandan a hacer trabajos cojudos para que no le pase nada, para que la niña bonita no sufra ningún rasguño hasta que reciba su pita de teniente”. Pg. 175.


Por ratos, la técnica empleada, salvando las distancias, nos remite a La Muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes y a La Casa Verde de MVLL, entre otras novelas que manejan el tejido de tiempo y el intertexto. Quizás los párrafos de mayor logro sean los que corresponden a las descripciones tanto de las urbes proletarizadas dadas al abandono y a la miseria con niños menesterosos y perros enclenques, como al monólogo interior del personaje principal quien cuestiona su situación a través de su cuerpo semimuerto en donde se han perdido las ganas de vivir y sólo se existe como testigo de los fluidos corporales que salen de los esfínteres sin mayor control, hasta que un día menos pensado una leve erección le devuelve las esperanzas de vivir una vida en la que se ha muerto pero se hace necesario la “resurrección”, no desde el punto de vista místico-religioso, sino de la concreción y trabajo de un plan trazado por extraños: los oficiales superiores:
-¿Un plan? Si no me equivoco, ustedes han decidido lo que voy a hacer, antes de consultarme –aduzco.
-Primero se prepara el plan y luego se explica. Siempre ha funcionado así, Rentería. Pg. 219.

Al final, en una entremezclas de tiempos donde Rentería (sin mujer pero todavía íntegro, al menos, físicamente) amenazado de muerte y con la espada de Damocles pendiendo en su cabeza, y un joven alférez Albarracín, comprensivo y “humano” ¿¿?? van delineando y poniendo los ribetes a una novela que no busca culpables sino que trata de mostrar una cruda realidad donde el policía raso no tiene mayor sentido que la de “servir” a los que manejan a este país, mientras la oficialidad y “los dueños del Perú" --para utilizar un título de sesentero de Carlos Malpica-- continúan usando al pueblo como carne de cañón, inventándonos un enemigo en el espejo al cual combatir, mientras ellos, los enemigos de siempre, siguen expoliando los recursos naturales y robando en carretilla a las roxanas, los furrieles, los retenes, los charapos, las yolandas, los cornetas, los berrinches, los chutos, etc., etc. Por eso, en ese futuro de la novela (que es hoy) el minúsvalido Rentería (en un atentado terrorista como sinónimo de fracaso de vida) y el ascendido Mayor Albarracín (el grado como elevación y triunfo de vida) discuten el fin de la guerra a costa de un último sacrificio impuesto al desecho de guerra, Rentería, nombrado ad hoc como presidente de la Asociación de Discapacitados y Minusválidos de la Policía Nacional del Perú, al que obligan a desfilar con una bandera amarrada a la silla de ruedas ante el presidente de la república y toda su comitiva que claman por la democracia y la paz de los cementerios.
Y puesto que la pesadilla (y con esto termina la novela: ¿quieren que acabe esta pesadilla?) no es algo natural sino algo impuesto (por los lobotomizadores de las clases oprimidas, los gendarmes y antropófagos, entre otras especies de la teratología capitalista) solo acabará cuando el pueblo se decida a despertar.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

amiguito, por qué tu blog esta lleno de imágenes dónde apareces entrevistado y saliendo en marchas y fotos de todos tus libros. Es decir, por qué usas técnicas de Marketing publicitario que fue engendrado por el sistema capitalista al cual quieres atacar?
Por que toda esta cultura de la imagen en tu blog? que te falta? de que careces para q avientes a algunos de tus lectores casuales con este "museo de ti mismo"???
Tantas preguntas
Tan pocas respuestas
y la posible censura de éste comentador tan anti-tú, que en última instancia no es mas que un gesto profundamnete capitalista.

Te encuentras en un dilema: publicar este anuncio, te da la toleracia multicultural abierta a toda crítica y que incluye como condicion de posibilidad de sus palabras su propia condicion de imposibilidad. Gesto profundamente CAPITALISTA

Por otro lado, excluir este mensaje para que no lo lean otros despues que tu lo haz leido, sindica las últimsa formas posmodernas capitalistas de la noción de lo propio privado en tanto abyecto.

Lance los dados.

Un consejo: Cénsura comentarios con contenido ofensivo provocado por las lisuras,más no por contenido que discuta con tu ideología, si es que tienes algo parecido a ello.

Igual me pareces profundamente todo un capitalista progre disfrazado de revolucionario. Te imagino luchando tus guerras y luego buscars las imagenes para colgarlas y decirnos CUANTO luchaste tus guerras. ayayay.

buen día.